lunes, 28 de octubre de 2013

El retorno de los cazafantasmas

Autor: Ángel Muñoz Fernández

En el barrio de Huelin de Málaga, todos los días del año juega una pandilla de amigos llamada LOS AVENTUREROS, formada por cuatro niños: Ángel, Miguel, Andy y Óscar.
Un día, en una de sus excursiones, los amigos iban caminando por un bosque cercano a la ciudad y de repente se encontraron con una mansión abandonada. En un cartel de la verja principal figuraba su nombre: LAS TORRES ENCANTADAS.
La verja se encontraba abierta, la empujaron y entraron muy despacio al jardín. Recorrieron entre vegetación unos metros y por fin llegaron hasta la impresionante fachada de la mansión
-¡Qué pasada de casa!- exclamaron.
Los amigos se sorprendieron porque en el porche de entrada había cuatro aspiradores y cuatro transmisores.
-¿Quién los habría dejado allí?- se preguntaron.
En fin, los recogieron del suelo, se los repartieron y se fueron por separado a buscar un sitio de entrada a la mansión.

Un rato después Andy dijo por el transmisor.
-¡Por aquí compañeros, la ventana está abierta!
Todos se reunieron en una ventana de la planta baja y comenzaron a entrar uno a uno por un hueco que estaba roto.
-¡Oh, oh, oh! ¡Cuánta luz hay en la casa!
A pesar de encontrarse todas las ventanas cerradas, desde el techo bajaba un rayo de luz muy brillante. Los cuatro niños miraron hacia arriba y vieron una bola transparente flotando en el aire
-¡Vámonos de aquí, la casa está embrujada!- gritaron y echaron a correr todos a la vez.

Pero el más valiente, Ángel, se frenó en seco y les dijo:
-¿Chicos, por qué no investigamos de dónde viene esa luz?
Aunque todavía con miedo, se miraron todos, dieron la vuelta y se dirigieron a las escaleras con decisión.

Al subir las escaleras se encontraron con tres fantasmas chicas: la primera, baja, gorda, con nariz de berenjena y de color amarillo; la segunda, alta, delgada, sin dientes y de color verde y la última era muy gorda, alta, con arrugas y de color rosa. Volaban en todas direcciones, hacia abajo, hacia arriba, de cabeza y se reían de forma escalofriante, diciendo
-Parece que tenemos a otros cazafantasmas, les atacaremos lo mismo que a los anteriores, ja, ja, ja, ja.
Sin darse cuenta Miguel pulsó un botón de la aspiradora, salió una especie de rayo azul y atrapó al fantasma verde que quedó en miniatura dentro de un bote de cristal. Rápidamente Miguel avisó a sus amigos y les dijo:
-Apretad el botón ON del aspirador.
Y atraparon a los otros dos.
Justo en ese momento, todo quedó en silencio y se rompió la bola en mil trocitos que se esparcieron por todos los sitios. Entonces los niños notaron que algo había cambiado… entró la luz por las ventanas, cantaban los pájaros en el jardín, brilló el sol con mucha fuerza, ¡por fin la maldición había finalizado! Se abrazaron, lloraron y finalmente se marcharon del lugar muy contentos.

Al llegar a casa, Ángel le habló de su aventura al abuelo y éste le contó una historia: los tres fantasmas se llamaban Lucinda, Beatriz y Griselda; eran las tres hijas de un millonario y jugando con una pelota en las escaleras de la mansión, se rompió la barandilla, cayeron y se mataron al golpearse contra el suelo. La familia abandonó la casa y nadie más vivió en ella por estar embrujada.
Ángel decidió guardar los aparatos en su armario hasta la siguiente misión ¡La pandilla de los aventureros se habían convertido en cazafantasmas profesionales!

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